Tratamientos hidrotérmicos en el control de patógenos y plagas

En los últimos años ha surgido la necesidad de buscar nuevas alternativas en las empacadoras para el control de enfermedades poscosecha ya que se quieren emplear tecnologías limpias y productos que aseguren la calidad de la fruta sin poner en riesgo la salud de los consumidores y que resulten económicamente viables.

A partir de esta idea han tomado notoriedad algunos métodos ampliamente utilizados en el pasado, como es el caso de los tratamientos hidrotérmicos y se han mezclado con nuevos métodos con el fin de mejorar la eficacia de los resultados. El uso de tratamientos térmicos nació con el fin evitar el desarrollo de enfermedades en frutas, pero luego fueron modificados para ampliar su utilización en el control de insectos. La diferencia radica en que los tratamientos para la supresión de patógenos son empleados a mayores temperaturas y por un menor tiempo que los usados para el manejo de insectos, ya que únicamente es necesario que el calor se conduzca a través de los tejidos superficiales de la fruta, donde generalmente se hospeda el patógeno.

El principal objetivo del tratamiento térmico es reducir el inóculo del patógeno presente en la fruta. También puede mejorar las cualidades de consumo de la fruta, evitar la generación de problemas fisiológicos y eliminar patógenos que ponen en riesgo la salud humana.

Los tratamientos térmicos fueron sustituidos por la aplicación de fungicidas en poscosecha, ya que estos resultaron económicamente más rentables con un control de enfermedades similar al observado con el suministro de calor a la fruta. No obstante, debido a la aparición de regulaciones que tienen como objetivo reducir el uso de plaguicidas, los tratamientos térmicos han vuelto a adquirir atención, ya que se buscan procedimientos que tengan un menor impacto tanto para el producto como para el consumidor.

El calor puede ser suministrado a la fruta a través de inmersiones en agua caliente o aplicaciones de vapor o aire seco a altas temperaturas. El agua es considerada un excelente medio para la aplicación de tratamientos térmicos ya que posee una alta tasa de transmisión de calor, que permite reducir el tiempo necesario para que el fruto alcance la temperatura deseada y poder así controlar efectivamente los insectos y patógenos presentes.

El empleo de agua caliente para el control de enfermedades poscosecha en papaya inició en Hawaii en el año 1953, a través de la inmersión de los frutos en agua a una temperatura comprendida entre  44° y 49° C por veinte minutos. También se ha utilizado una doble inmersión de las frutas en agua caliente, como tratamiento cuarentenario, con el fin de evitar la entrada de mosca de la fruta a países importadores del producto. Consiste en un calentamiento de la fruta a una temperatura de 42° C por 20 minutos, luego otra inmersión en agua a 49° C por 20 minutos para posteriormente ser enfriada por medio de aplicaciones de agua a temperatura ambiente. El fruto de papaya puede alcanzar una temperatura de 45.2° C luego de una inmersión en agua caliente a 49° C por 20 minutos.

La tolerancia que tiene un fruto hacia la aplicación de calor puede variar según el cultivar o la época en que el producto es cosechado. El daño generado por el exceso de calor en papaya se manifiesta como la interrupción en el avance del color amarillo de la cáscara y en la pérdida de firmeza de la fruta. El tiempo de inmersión necesario para la aparición de estos síntomas varió según la época del año, registrando meses donde se requirió apenas 20 minutos para observar los daños, mientras que en otros se necesitaron hasta 60 minutos. Esta respuesta es atribuida a la existencia de proteínas de choque térmico, las cuales son inducidas durante el crecimiento de la fruta en el campo, brindándole protección contra los cambios de temperatura.

Preservación de la calidad del fruto cosechado y uso de fungicidas

La papaya suele ser cortada cuando se presentan cambios en el color de su cáscara, que pasa de un verde oscuro a una tonalidad más clara, acompañado de la aparición de franjas o “pintas” de color amarillo ubicadas entre las costillas del tercio medio apical de la fruta.

Durante la cosecha se debe evitar que la fruta sea colocada en el suelo, ya que puede contaminarse con microorganismos que pueden poner en riesgo la calidad de esta. Además, esta no puede ser golpeada o lanzada durante este proceso debido a que se generan grietas o heridas que facilitan la entrada de patógenos. El producto debe ser colocado bajo sombra con el fin de proteger la fruta de la acción del sol o de la lluvia.

Las frutas deben ser trasladas lo más pronto posible a la empacadora para que sean sometidas a un proceso de selección, donde se retiran aquellas que no cumplen con los parámetros de calidad. Posteriormente, las papayas son lavadas con agua clorada y se sumergen en una solución con fungicida durante un minuto, para su posterior empaque para su exportación.

El control químico de la enfermedad debe ser complementado con prácticas culturales como la recolección de pecíolos senescentes y de frutos en el campo. Los pecíolos son capaces de liberar conidios de Colletotrichum sp. principalmente durante la estación lluviosa, donde la liberación es 82% mayor a la observada en la época seca.

La reducción de inóculo en el campo es vital para un adecuado control de antracnosis, para evitar que se convierta en un problema mayor en poscosecha. Las aplicaciones de fungicidas en el campo son insuficientes para el control de las hifas ubicadas en la parte subcuticular de la fruta, pero tienen la capacidad de proteger a la fruta de nuevas infecciones. Se recomienda la aplicación de fungicidas protectores cada 7 a 14 días durante la época lluviosa y 14 a 30 días durante la estación seca.

Se ha comprobado en pruebas in vitro la efectividad que tienen los fungicidas para el control de antracnosis. Los fungicidas azoxystrobin, clorotalonil, imazalil, prochloraz, propiconazol y tebuconazol inhibieron el crecimiento micelial de C. gloeosporioides, logrando un control de la enfermedad a dosis bajas. Los fungicidas mancozeb, captan y clorotalonil al ser usados en plantaciones comerciales de papaya logran una baja incidencia y severidad de antracnosis en frutos. Algunos de estos fungicidas ya han sido prohibidos y/o retirados del mercado por las normas fitosanitarias recientes y por el daño a la salud humana que pueden llegar a afectar.

Se debe evitar el empleo de un mismo fungicida constantemente durante el ciclo de control de enfermedades con el fin de impedir el desarrollo de resistencia por parte del patógeno. Se han detectado cepas de C. gloeosporoides con sensibilidad reducida al tiabendazol provenientes de plantaciones de papaya con un uso frecuente de esta clase de fungicidas.

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